Después del partido final, los jugadores brasileños honraron a la nación anfitriona corriendo por el campo con una bandera sueca. Los jugadores rivales intentan recuperar el control de la pelota interceptando los pases o quitándole la pelota al jugador que la lleva; sin embargo, el contacto físico está limitado. Tras el traspié del mundial de 2002, Kahn se percató por fin de que le iba mejor el tono sereno, tras haber pertenecido durante años a esa estirpe de porteros alemanes que son más conocidos por su arrogancia y sus malos modos que por su calidad futbolística.
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